sábado, 28 de junio de 2008

LAS DOS CARPAS DE LA ABUNDANCIA



En los imos años, los "acampes" fueron un instrumento de la lucha popular y, en especial, de la piquetera.
Las "carpas" del Congreso son exactamente lo contrario: son mediáticas y fueron instaladas para defender intereses capitalistas.
La carpa del "campo" defiende una mayor rentabilidad para los pools de siembra y los capitalistas agrarios, a costa de los consumidores y trabajadores.
Las seis de los piqueteros "K" defienden a un gobierno que paga la deuda externa y gasta 12.000 millones de dólares en subsidiar el tipo de cambio para beneficio de los monopolios exportadores.
Las carpas, dicen, pretenden apuntalar la "discusión parlamentaria del conflicto con el campo".
Es verdad, son la expresión de una división de la clase capitalista y de una crisis política.La expulsión de Urquía de la comisión de presupuesto del Senado por orden de Cristina Kirchner marca un tambaleo del frente político oficial.
De todos modos, esa discusión no existe: hay un intenso ejercicio de presiones por parte de los grandes grupos capitalistas y de las principales trenzas políticas que los representan.Los acampes populares son, siempre, hostigados o perseguidos por la fuerza pública.
Estas carpas, en cambio, corrieron otra suerte: la del ‘campo' cuenta con el permiso de Macri; las del gobierno con la protección de la Federal.
¡Qué distinto fue el ‘tratamiento' que recibieron los trabajadores del Casino, los cartoneros de Belgrano, las cooperativas de vivienda porteñas o los vendedores ambulantes!
El pueblo mira, con sorna y con bronca, a estas carpas que cuestan 7.000 pesos de alquiler diario.
Mientras sigue esta pelea entre las "carpas de la abundancia", la canasta popular ha subido un 15 ó 20%.
Los trabajadores necesitan otro rumbo: intervenir en esta crisis con una política propia.
Para esto tenemos que organizar reuniones, plenarios y asambleas, y sacar pronunciamientos.
Hacer un recuento de fuerzas para salir a manifestarnos en forma independiente por nuestro programa: nacionalizar el comercio exterior, los puertos privatizados y la gran propiedad agraria; abrir los libros de las empresas capitalistas y luchar por el control obrero de los grandes monopolios; imponer un salario igual a la canasta familiar para los trabajadores y los jubilados de la ciudad y del campo.

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