CON ESTOS NO LLEGAMOS
AL BICENTENARIO
El famoso ‘diálogo' entre el gobierno y el frente patronal agrario se ha vuelto a romper. Ninguno de los bandos es capaz de ofrecer una salida.
El gobierno quiere seguir metiendo mano en las fabulosas ganancias del ‘campo' porque de otro modo no puede continuar pagando la deuda externa.
La prueba de esto es que los bancos venden los títulos públicos y sacan los capitales del país, y el peso se derrumba disparando aún más la inflación.
El capital agrario -no importa si es grande, mediano o pequeño- defiende a capa y espada su renta, que no sale de otro lado que de la crisis de oferta alimentaria a nivel internacional.
Ni el llamado ‘campo' ni el gobierno se ocupan del tercer protagonista del negocio: los pulpos exportadores y los monopolios de los insumos que usa el campo, que se quedan con la parte del león de toda la renta, así como los monopolios comerciales internos y los supermercados.
El llamado ‘campo' va más lejos aún, pues defiende a capa y espada el terreno propio de los especuladores, o sea la posibilidad de reabrir sus negocios en los mercados de ventas a futuro o anticipadas de Rosario y de Chicago.
No solamente asistimos a una lucha entre intereses capitalistas sino que son precisamente estos intereses los que impiden una salida.
Pero esa salida es en extremo sencilla: si, por un lado, se nacionaliza a los pulpos comerciales y los puertos privados y privatizados y, por el otro, se pone fin a la sangría de la deuda externa y se nacionalizan los bancos, el ahorro nacional resultante podría ser distribuido de acuerdo con una contabilidad que tenga en cuenta los costos reales de la producción, de conformidad con un plan de desarrollo de las fuerzas productivas y de elevación de la condición material y moral de las masas trabajadoras.
En estas condiciones el país podría iniciar una nueva vía de desarrollo agrario, que ponga fin al latifundio, a la extranjerización de tierras y a la superexplotación obrera.Esta es la única salida ‘nacional' y ‘popular' que esquiva el gobierno que se arroga ese título.
Esta es la única salida contra el ‘capital concentrado' al que atacan, a veces sí, a veces no, algunos voceros de las entidades rurales, pero que ellos también esquivan debido a los múltiples lazos que los unen con aquel.
Los bloques capitalistas en pugna llevan al país a un impasse cada vez mayor.Cualquier salida de emergencia que logren improvisar solamente será el preámbulo para la crisis siguiente, en medio de un panorama inflacionario creciente.
A fuerza de aludir que a Cristina la eligió la mayoría del pueblo, el oficialismo está creando las condiciones para producir un adelantamiento de elecciones.
La salida solamente puede venir de la clase obrera.
En lugar de oficiar de furgones de cola del gobierno, la CGT y la CTA deberían convocar a un congreso de trabajadores para definir nuestro programa ante el país, en especial con la participación de las bases de los obreros y peones rurales.
La crisis que se despliega en Argentina es una variación de las que se están procesando en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Perú, Chile, México, Centroamérica, donde también está ausente la presencia independiente del proletariado.
Pero en Venezuela se ha abierto una rendija: los obreros de la siderúrgica Sidor han forzado a Chávez a nacionalizar a Techint y a dar marcha atrás con sus planes de regimentación sindical.
Si profundizan ese rumbo, la clase obrera de Venezuela se convertirá en el artífice de una gran salida estratégica.
Por ese camino pasa lo nuestro. Así lo demuestran las renovadas luchas obreras, que no son más que la punta del témpano de un soterrado movimiento social.
La única salida viable es la que impongan la clase obrera y el pueblo trabajador.
AL BICENTENARIO
El famoso ‘diálogo' entre el gobierno y el frente patronal agrario se ha vuelto a romper. Ninguno de los bandos es capaz de ofrecer una salida.
El gobierno quiere seguir metiendo mano en las fabulosas ganancias del ‘campo' porque de otro modo no puede continuar pagando la deuda externa.
La prueba de esto es que los bancos venden los títulos públicos y sacan los capitales del país, y el peso se derrumba disparando aún más la inflación.
El capital agrario -no importa si es grande, mediano o pequeño- defiende a capa y espada su renta, que no sale de otro lado que de la crisis de oferta alimentaria a nivel internacional.
Ni el llamado ‘campo' ni el gobierno se ocupan del tercer protagonista del negocio: los pulpos exportadores y los monopolios de los insumos que usa el campo, que se quedan con la parte del león de toda la renta, así como los monopolios comerciales internos y los supermercados.
El llamado ‘campo' va más lejos aún, pues defiende a capa y espada el terreno propio de los especuladores, o sea la posibilidad de reabrir sus negocios en los mercados de ventas a futuro o anticipadas de Rosario y de Chicago.
No solamente asistimos a una lucha entre intereses capitalistas sino que son precisamente estos intereses los que impiden una salida.
Pero esa salida es en extremo sencilla: si, por un lado, se nacionaliza a los pulpos comerciales y los puertos privados y privatizados y, por el otro, se pone fin a la sangría de la deuda externa y se nacionalizan los bancos, el ahorro nacional resultante podría ser distribuido de acuerdo con una contabilidad que tenga en cuenta los costos reales de la producción, de conformidad con un plan de desarrollo de las fuerzas productivas y de elevación de la condición material y moral de las masas trabajadoras.
En estas condiciones el país podría iniciar una nueva vía de desarrollo agrario, que ponga fin al latifundio, a la extranjerización de tierras y a la superexplotación obrera.Esta es la única salida ‘nacional' y ‘popular' que esquiva el gobierno que se arroga ese título.
Esta es la única salida contra el ‘capital concentrado' al que atacan, a veces sí, a veces no, algunos voceros de las entidades rurales, pero que ellos también esquivan debido a los múltiples lazos que los unen con aquel.
Los bloques capitalistas en pugna llevan al país a un impasse cada vez mayor.Cualquier salida de emergencia que logren improvisar solamente será el preámbulo para la crisis siguiente, en medio de un panorama inflacionario creciente.
A fuerza de aludir que a Cristina la eligió la mayoría del pueblo, el oficialismo está creando las condiciones para producir un adelantamiento de elecciones.
La salida solamente puede venir de la clase obrera.
En lugar de oficiar de furgones de cola del gobierno, la CGT y la CTA deberían convocar a un congreso de trabajadores para definir nuestro programa ante el país, en especial con la participación de las bases de los obreros y peones rurales.
La crisis que se despliega en Argentina es una variación de las que se están procesando en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Perú, Chile, México, Centroamérica, donde también está ausente la presencia independiente del proletariado.
Pero en Venezuela se ha abierto una rendija: los obreros de la siderúrgica Sidor han forzado a Chávez a nacionalizar a Techint y a dar marcha atrás con sus planes de regimentación sindical.
Si profundizan ese rumbo, la clase obrera de Venezuela se convertirá en el artífice de una gran salida estratégica.
Por ese camino pasa lo nuestro. Así lo demuestran las renovadas luchas obreras, que no son más que la punta del témpano de un soterrado movimiento social.
La única salida viable es la que impongan la clase obrera y el pueblo trabajador.
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