El pomposo Pacto del Bicentenario quedó flotando en el vacío, y no sólo por el nuevo paro de la patronal agraria. El 2010 los encontrará más divididos que en los últimos doscientos años. Hasta la Unión Industrial avisó que no firmaría el acuerdo sin la presencia del "campo". La misma posición adoptaron las cámaras de la banca y del comercio. Después de semejante recule no se entiende lo que quiso decir la Presidenta sobre su capacidad de ‘aguante'.
Ignacio de Mendiguren, vicepresidente de la UIA, reclamó al gobierno "que llegue a un acuerdo cuanto antes" con los empresarios del campo (La Nación, 12/3). La plegaria viene del representante más típico de la burguesía devaluacionista, que se subió al poder luego de la caída de De la Rúa. De Mendiguren oficia, de este modo, de lobbysta de la "puta oligarquía". A unos y otros, de todos modos, no sólo los une una nueva devaluación de la moneda: la industria de la indumentaria, que preside Mendiguren, tiene al 78% de sus trabajadores en negro. Muchos de ellos, inmigrantes en condiciones de semiesclavitud. No demasiado lejos del 70% de obreros rurales.
Mientras la UIA fogoneaba por el campo, los gobernadores de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos recibían a los dirigentes agrarios y volvían a expresar el reclamo contra las retenciones móviles. Si Scioli no se sumó personalmente a ese lobby, sólo fue para no precipitar una crisis política más aguda.
La "operación clamor" en favor del capital agrario sumó a toda la oposición parlamentaria, pero no sólo a ella. En la noche del martes, en un programa televisivo, Aníbal Ibarra, legislador de Carlos Heller y del Banco Credicoop, se añadió al pelotón: "ceder no es dejar de gobernar", dijo. La disgregación política del frente oficial es manifiesta ¿Qué pensar de un gobierno que se deja representar exclusivamente por D'Elia y Pérsico y por Pablo Feinmann y Nicolás Casullo?
"¿Burguesía nacional? Aquí la tienen"
El gobierno ha vuelto a decir que dará lugar al ‘mercado de futuros', una contraseña para reducir las retenciones y limitar su movilidad. Atrás de esto viene una liberación de tarifas y de precios, como ya ocurre con el alevoso aumento de las naftas. Una mayor devaluación de la moneda está en carpeta, aunque el gobierno quiere primero controlar la corrida del mercado de cambios, que se ha llevado unos 1.500 millones de dólares en una semana. Así como el salteño Urtubey ya salió a hacer un canje de la deuda externa de su provincia, los K pretenden hacer algo similar con la deuda nacional indexada por el CER. Para eso tendrán que admitir una tasa de interés mayor: los títulos de garantía por el préstamo para el tren bala superan el 15% en dólares.
La clase social que dejó al país sin petróleo, sin gas y sin trenes ha descubierto que el "gran eje" de la reconstrucción nacional ahora pasa por la soja. El intendente de Pergamino, el radical "K" Gutiérrez, lo dijo sin pelos en la lengua: "¿No querían construir una burguesía nacional? Muy bien, aquí la tienen. Es este gran abanico de empresarios agrarios". Un economista de la CEPAL, cuna del "industrialismo", no vaciló en reclamar que "el campo" reciba los precios internacionales, proveyendo una canasta de alimentos para los más pobres (Clarín, 7/4).
Después del enésimo fracaso en alcanzar un desarrollo autónomo, la burguesía nacional quiere colgarse del boom sojero, un "desarrollo" que exige la expulsión de los campesinos pobres de sus tierras, mayor concentración agraria, depredación del suelo y completa dependencia de las multinacionales agroquímicas.
Los piquetruchos podrán agitar la bandera "patria o pueblo", pero los intereses oficiales son muy diferentes. El gobierno quiere las retenciones para pagar la deuda externa: "apuesta a pagar los vencimientos de este año con los fondos acumulados...del sector público nacional" (La Nación, 13/5). Un nuevo préstamo de Chávez también luce difícil porque el gobierno de Venezuela acaba de emitir una fuerte cuota de deuda pública para financiar la importación y bajar la cotización del dólar paralelo. Esta situación explica que, en el primer cuatrimestre, "el gasto público fue inferior al presupuestado", que hubo "menor obra pública" y "menores transferencias a las provincias" (ídem). El gobierno sigue metiendo los garfios en la Anses, que "seguirá prestando a un dígito cuando los rendimientos de los títulos en pesos superan el 15%" (ídem).
Cortinas de humo
Quien está "trabajando" por un nuevo acuerdo con la patronal agraria es el mismísimo De Vido. El jefe de los gurkas oficiales prepara "un cambio en el régimen de retenciones que permita el funcionamiento de los mercados a futuro" (El Cronista, 13/5). Es la gran reivindicación que une a la patronal agraria, desde el especulador de Chicago hasta el chacarero maoísta que se tropezó con el PCR.
Es muy simple: los especuladores están pagando una prima por los contratos de entrega futura de mercadería. Los precios se han despegado de los costos de producción y hasta de la oferta y demanda de granos, y han pasado a ser determinados en función de pronósticos sobre el dólar o la cotización esperada de los minerales y el petróleo. Por eso, cuando el diario Crítica (11/5) le preguntó al agrarista Buzzi "¿cuándo se van a separar de ellos" (por los pool de siembra)?, el ‘progre' del campo respondió: "En cuanto podamos". Es decir, por ahora no, por ahora seguimos apretaditos con los grandes pulpos; quizá nos separemos cuando los precios bajen y los especuladores se interesen por otras fechorías. Las menores retenciones agrarias que tiene en la cabeza De Vido serían, con todo, solamente la punta de lanza de "una reforma integral que alcanzaría también al petróleo y a los minerales" (El Cronista, 14/5). O sea que se viene una jauja petrolera que, para el intelectual piquetrucho Verbitsky (Página/12, 12/5), sería la condición para terminar con el desabastecimiento de crudo a las refinerías.
Mientras tanto, según la Sociedad de Estudios Laborales, hay cuatro millones de pobres más que hace seis meses. Las "salidas" capitalistas echan más nafta al fuego de esta crisis social: más carestía, más caída del salario y de las jubilaciones y mayor degradación de la educación y de la salud.
La pregunta que se hacen todos los ‘operadores del mercado' - ¿cómo tenemos esta crisis con una economía floreciente?- revela el desconcierto del capital ante su propia actividad. La disparada de los precios de los alimentos es expresión de medio siglo de estancamiento agrario y desinversión. También es producto de un desplazamiento del capital especulativo hacia la especulación con las materias primas, desde los mercados de hipotecas y de fusiones de empresas que se encuentran en quiebra. "Los inventarios de metales industriales y de granos han caído a niveles de varias décadas" (Lex, Financial Times, 8/5). "Esto significa", continúa el especialista, "que el mercado solamente puede ser enfriado, realistamente, desde el lado de la demanda". En otras palabras, que la disparada de los precios culminará con un derrumbe del consumo.
Los trabajadores nos tenemos que defender de este nuevo ataque con la conciencia de que se trata de una tentativa de descargar la crisis del capital sobre nuestras espaldas.
Ignacio de Mendiguren, vicepresidente de la UIA, reclamó al gobierno "que llegue a un acuerdo cuanto antes" con los empresarios del campo (La Nación, 12/3). La plegaria viene del representante más típico de la burguesía devaluacionista, que se subió al poder luego de la caída de De la Rúa. De Mendiguren oficia, de este modo, de lobbysta de la "puta oligarquía". A unos y otros, de todos modos, no sólo los une una nueva devaluación de la moneda: la industria de la indumentaria, que preside Mendiguren, tiene al 78% de sus trabajadores en negro. Muchos de ellos, inmigrantes en condiciones de semiesclavitud. No demasiado lejos del 70% de obreros rurales.
Mientras la UIA fogoneaba por el campo, los gobernadores de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos recibían a los dirigentes agrarios y volvían a expresar el reclamo contra las retenciones móviles. Si Scioli no se sumó personalmente a ese lobby, sólo fue para no precipitar una crisis política más aguda.
La "operación clamor" en favor del capital agrario sumó a toda la oposición parlamentaria, pero no sólo a ella. En la noche del martes, en un programa televisivo, Aníbal Ibarra, legislador de Carlos Heller y del Banco Credicoop, se añadió al pelotón: "ceder no es dejar de gobernar", dijo. La disgregación política del frente oficial es manifiesta ¿Qué pensar de un gobierno que se deja representar exclusivamente por D'Elia y Pérsico y por Pablo Feinmann y Nicolás Casullo?
"¿Burguesía nacional? Aquí la tienen"
El gobierno ha vuelto a decir que dará lugar al ‘mercado de futuros', una contraseña para reducir las retenciones y limitar su movilidad. Atrás de esto viene una liberación de tarifas y de precios, como ya ocurre con el alevoso aumento de las naftas. Una mayor devaluación de la moneda está en carpeta, aunque el gobierno quiere primero controlar la corrida del mercado de cambios, que se ha llevado unos 1.500 millones de dólares en una semana. Así como el salteño Urtubey ya salió a hacer un canje de la deuda externa de su provincia, los K pretenden hacer algo similar con la deuda nacional indexada por el CER. Para eso tendrán que admitir una tasa de interés mayor: los títulos de garantía por el préstamo para el tren bala superan el 15% en dólares.
La clase social que dejó al país sin petróleo, sin gas y sin trenes ha descubierto que el "gran eje" de la reconstrucción nacional ahora pasa por la soja. El intendente de Pergamino, el radical "K" Gutiérrez, lo dijo sin pelos en la lengua: "¿No querían construir una burguesía nacional? Muy bien, aquí la tienen. Es este gran abanico de empresarios agrarios". Un economista de la CEPAL, cuna del "industrialismo", no vaciló en reclamar que "el campo" reciba los precios internacionales, proveyendo una canasta de alimentos para los más pobres (Clarín, 7/4).
Después del enésimo fracaso en alcanzar un desarrollo autónomo, la burguesía nacional quiere colgarse del boom sojero, un "desarrollo" que exige la expulsión de los campesinos pobres de sus tierras, mayor concentración agraria, depredación del suelo y completa dependencia de las multinacionales agroquímicas.
Los piquetruchos podrán agitar la bandera "patria o pueblo", pero los intereses oficiales son muy diferentes. El gobierno quiere las retenciones para pagar la deuda externa: "apuesta a pagar los vencimientos de este año con los fondos acumulados...del sector público nacional" (La Nación, 13/5). Un nuevo préstamo de Chávez también luce difícil porque el gobierno de Venezuela acaba de emitir una fuerte cuota de deuda pública para financiar la importación y bajar la cotización del dólar paralelo. Esta situación explica que, en el primer cuatrimestre, "el gasto público fue inferior al presupuestado", que hubo "menor obra pública" y "menores transferencias a las provincias" (ídem). El gobierno sigue metiendo los garfios en la Anses, que "seguirá prestando a un dígito cuando los rendimientos de los títulos en pesos superan el 15%" (ídem).
Cortinas de humo
Quien está "trabajando" por un nuevo acuerdo con la patronal agraria es el mismísimo De Vido. El jefe de los gurkas oficiales prepara "un cambio en el régimen de retenciones que permita el funcionamiento de los mercados a futuro" (El Cronista, 13/5). Es la gran reivindicación que une a la patronal agraria, desde el especulador de Chicago hasta el chacarero maoísta que se tropezó con el PCR.
Es muy simple: los especuladores están pagando una prima por los contratos de entrega futura de mercadería. Los precios se han despegado de los costos de producción y hasta de la oferta y demanda de granos, y han pasado a ser determinados en función de pronósticos sobre el dólar o la cotización esperada de los minerales y el petróleo. Por eso, cuando el diario Crítica (11/5) le preguntó al agrarista Buzzi "¿cuándo se van a separar de ellos" (por los pool de siembra)?, el ‘progre' del campo respondió: "En cuanto podamos". Es decir, por ahora no, por ahora seguimos apretaditos con los grandes pulpos; quizá nos separemos cuando los precios bajen y los especuladores se interesen por otras fechorías. Las menores retenciones agrarias que tiene en la cabeza De Vido serían, con todo, solamente la punta de lanza de "una reforma integral que alcanzaría también al petróleo y a los minerales" (El Cronista, 14/5). O sea que se viene una jauja petrolera que, para el intelectual piquetrucho Verbitsky (Página/12, 12/5), sería la condición para terminar con el desabastecimiento de crudo a las refinerías.
Mientras tanto, según la Sociedad de Estudios Laborales, hay cuatro millones de pobres más que hace seis meses. Las "salidas" capitalistas echan más nafta al fuego de esta crisis social: más carestía, más caída del salario y de las jubilaciones y mayor degradación de la educación y de la salud.
La pregunta que se hacen todos los ‘operadores del mercado' - ¿cómo tenemos esta crisis con una economía floreciente?- revela el desconcierto del capital ante su propia actividad. La disparada de los precios de los alimentos es expresión de medio siglo de estancamiento agrario y desinversión. También es producto de un desplazamiento del capital especulativo hacia la especulación con las materias primas, desde los mercados de hipotecas y de fusiones de empresas que se encuentran en quiebra. "Los inventarios de metales industriales y de granos han caído a niveles de varias décadas" (Lex, Financial Times, 8/5). "Esto significa", continúa el especialista, "que el mercado solamente puede ser enfriado, realistamente, desde el lado de la demanda". En otras palabras, que la disparada de los precios culminará con un derrumbe del consumo.
Los trabajadores nos tenemos que defender de este nuevo ataque con la conciencia de que se trata de una tentativa de descargar la crisis del capital sobre nuestras espaldas.
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