A Cristina le salió un gobierno paralelo
300.000 personas amuchadas no movieron un milímetro el amperímetro social y político del acto, que en ningún momento se apartó del reclamo de anulación de las retenciones móviles. En el diario Crítica (25/5), un dirigente de la Federación Agraria había denunciado una evasión "entre 700 y 800 millones de dólares por los puertos granarios libres del cordón de Rosario", pero frente al monumento a la Bandera nadie se acordó de reclamar su renacionalización. Los puertos privados son la piedra central de la hidrovía que baja del Paraguay al Plata, financiada enteramente con dinero de los contribuyentes, con la yapa de un incremento de la deuda pública. El mismo dirigente dijo que "la FAA siempre marcó claramente su oposición al modelo de agricultura sin agricultores que representan Urquía y Grobocopatel", pero nadie se acordó de eso en Rosario para reclamar la nacionalización de la tierra o la aplicación de impuestos progresivos y confiscatorios a los fondos de inversión agropecuarios. Al revés, De Angeli reivindicó una "Argentina exportadora" - el santo y seña de Dreyfus, Cargill, Monsanto, Repsol, Pérez Companc, Soros y Grobocopatel. El chacarero entrerriano reivindicó a toda la cadena - la ‘patria agropecuaria'-, con exclusión de los trabajadores del campo. Una "Argentina exportadora" supone la salida por el Paraná de la cosecha de soja de Paraguay; o sea, la política de expulsión campesina de sus tierras más allá de las fronteras. Desde la multitud tampoco nació ningún reclamó fundamental, lo que significa que asistió a la concentración perfectamente adaptada a sus limitaciones. El ‘apoyo a los chacareros contra los terratenientes', con el cual una parte de la izquierda se encolumnó detrás del capital agrario, es una construcción puramente fantasiosa de gente que ya ni se acuerda de cuándo perdió el rumbo. En lugar de defender el planteo contra las retenciones, la izquierda debería denunciarlo como un factor de distracción de los problemas agrarios, que son el acaparamiento de los superbeneficios por parte de los grandes pulpos y la superexplotación del obrero del campo. Pero los oradores de Rosario no tuvieron siquiera necesidad de recurrir a la demagogia: la anulación de las retenciones es su único programa. Alguien aludió al ‘federalismo' por simple tributo a los lugares comunes que caracterizan al medio pelo argentino, pero por sobre todo porque el federalismo le permite pagar chauchas y palitos por el impuesto inmobiliario rural y negrear a los trabajadores del campo.
Cristina capitana
Pero el bochorno del día se lo llevó el acto de la Presidenta, que en Salta no provocó ni siquiera el entusiasmo del gobernador anfitrión. Allí aprendió que al aparato pejotista de Salta lo maneja Romero, no Urtubey. El mitin oficial dejó al desnudo el fracaso de la refundación kirchnerista del pejotismo y la crisis del gobierno. Lo que abroqueló después al oficialismo frente a los ruralistas no fueron los discursos del ‘campo' en Rosario, sino la necesidad de disimular el vaciamiento del PJ y la incapacidad de convocatoria del gobierno. Quedó de manifiesto que Cristina Kirchner no puede pilotear un acuerdo con las entidades patronales del agro y que es el mascarón de proa de un gobierno en las sombras. En su momento advertimos sobre la aventura de "cambiar de caballo en medio del río"; ahora tenemos abiertamente ‘un doble comando'. La reunión de la directiva del PJ que denunció a las entidades agrarias el martes, funcionó como el verdadero gabinete oficial.
La conspiración que acecha al kirchnerismo opera desde del justicialismo. Con sospechosa uniformidad los voceros del ‘campo' empezaron a recordar que muchos chacareros son peronistas y que hasta ellos mismos votaron al ‘frente por la victoria'. Los adversarios del matrimonio denuncian la irregularidad del ‘doble comando' y exigen que el ex presidente vaya al frente y se convierta en jefe de Gabinete. Busti, Solá, Reutemann, Schiaretti, De la Sota, Duhalde, Romero y Barrionuevo son una buena ‘masa crítica' para poner en marcha el operativo que arruine electoralmente al kirchnerismo el año que viene y lo deje como ‘pato cojo' para el Bicentenario. Néstor Kirchner revivió un monstruo que lo consumirá con método y armoniosamente.
La crisis ha dejado planteada una fractura gubernamental. Como Presidente, Néstor K. evitó las reuniones de gabinete, pero el martes presentó una suerte de dirección colectiva del PJ. La lectura de la respuesta al "campo" por parte de Capitanich significó la presentación de un gobierno paralelo. Este régimen sustituto pretende hacer ahora una modificación unilateral de las retenciones, para salir del callejón del ‘diálogo' esquivo. Aunque pueda producir algunas divisiones en las ‘entidades', no habrá de satisfacer a la patronal rural. Además pondrá fin a la coherencia del planteo oficial y a su pretensión de redistribuir ingresos.
Para sumar, restan
Es claro a esta altura que la campaña de ‘diálogo' que lanzaron hace dos semanas las centrales empresarias, el clero y Clarín ha fracasado. Sin embargo, la burguesía no ha elaborado un programa alternativo capaz de integrar los planteos de la patronal agraria. Los Techint, Brito y compañía siguen sosteniendo al gobierno y su política de peso sub-valuado, pero no olvidan la importancia que tiene para ellos el mercado agrícola. El Banco Central está gastando una fortuna para sostener la cotización de los bonos de la deuda argentina en poder de los bancos y el precio del dólar. Solamente una crisis que derribe el mercado exportador podría hacer cambiar de frente a los principales sectores de la burguesía.
Es probable que asistamos a una reanudación de la campaña anterior, pero no por el ‘diálogo' sino por la ‘tregua', si es que las modificaciones unilaterales que resuelva el gobierno habilitan esa posibilidad. O sea que habrá compromisos inestables y que seguirá, en especial desde el peronismo, la crisis política. Las concesiones a la patronal agraria provocarán mayor encarecimiento de los alimentos, pero la precariedad de la ‘tregua' seguirá profundizando la inestabilidad financiera.
Porque la cuestión central es que la crisis mundial ha creado desequilibrios de una magnitud extraordinaria, en especial respecto de los bancos, el crédito y el encarecimiento fenomenal de los alimentos. La combinación de quiebras e inflación habrá de caracterizar el próximo período. Será la madre de todas las crisis políticas. Esto es lo que debemos tener en cuenta, fundamentalmente, los trabajadores, en especial cuando las burocracias sindicales siguen firmando convenios por varios puntos debajo de la carestía. Pero lo que importa, por sobre todo, es que la crisis ha devuelto actualidad a la cuestión estratégica, o sea del poder. No hay viabilidad para gobiernos ‘nacionales y populares' o ‘redistribuidores de ingresos', que quieren conciliar los intereses del capital y del trabajo, especialmente dentro de un régimen de capitalismo declinante que atraviesa por estallidos financieros y económicos no vistos en el último medio siglo. La disgregación del gobierno kirchnerista es la expresión de toda esta inviabilidad histórica.
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