Lo que habría sido una victoria política contra el imperialismo si Ingrid Betancourt y otros rehenes de las Farc hubieran sido liberados como consecuencia de un ‘canje humanitario' (o de una decisión unilateral de las Farc) es, por el contrario, una pesadísima victoria de la reacción política al ser el resultado de un rescate militar piloteado por el gobierno de Uribe. El éxito de este gobierno de filiación paramilitar y narcotraficante modifica fuertemente la situación en América Latina. La ‘emoción' con que Cristina Kirchner recibió la noticia, mientras se encontraba en Chivilcoy, no solamente es una prueba de su veleidad: también anticipa la reacción de los gobiernos ‘nac & pop' de América Latina. El candidato republicano de Estados Unidos, John McCain, debió haber recibido alguna ‘confidencia' de Bush cuando eligió centrar sus actividades ‘electorales' de esta semana en Colombia.
Lo que filtraron las primeras noticias describe una situación curiosa: la operación se produjo cuando un alto comando de las Farc se desplazaba con un nutrido grupo de secuestrados, incluida Betancourt. El gobierno de Colombia dice que su éxito obedece a que había logrado infiltrarse en la cúpula de la guerrilla; otras informaciones suponen que las Farc se aprestaban a producir una segunda liberación de rehenes cuando fueron sorprendidas por la fuerza armada de Colombia. La sospecha de una infiltración es admisible dados los antecedentes que acabaron con la prisión o la muerte de diversos jefes de las Farc. Pero la segunda hipótesis también es admisible: por un lado, hace ya dos semanas que emisarios de Suiza y Francia se encontraban en la selva negociando una liberación con las Farc, con la plena autorización de Uribe. Por otro lado, hace un par de semanas Chávez había llamado a las Farc a poco menos que disolverse, además de decretar la muerte de las guerrillas por los tiempos de los tiempos. Curioso planteo de parte de quien adoptó para las fuerzas armadas de Venezuela la doctrina de una resistencia guerrillera en el caso de una agresión norteamericana. Es una contradicción que prueba la inconsistencia bolivariana.
¿Estamos, acaso, ante una liberación combinada con las Farc, impulsada por Sarkozy y Chávez, ante la imposibilidad de otra vía para concretarla? Habrá que esperar una mayor información sobre lo ocurrido. De cualquier manera, la hipótesis encuentra asidero en las posiciones que fueron adoptando en los últimos meses, en especial luego de los acuerdos en la OEA posteriores a la masacre perpetrada por Colombia en Ecuador. Chávez y Uribe volvieron a intercambiar cumplidos e incluso hay prevista una visita del venezolano a Bogotá para mediados de julio. La liberación de Betancourt zanjaría, en favor de una salida política, la división entre ‘políticos' y ‘militaristas' en las Farc. Es incuestionable que las Farc estaban recibiendo golpes militares demoledores, pero por sobre todo políticos, no solamente por parte de Uribe sino también de sus aliados. La decisión de Bush de reactivar la IV Flota para patrullar los mares de América Latina y operar en sus ríos (como ya ocurre en Perú) es una consecuencia del progreso del ‘plan Colombia' que financia y arma a las fuerzas armadas de Colombia.
La tesis de que no es viable una solución militar en Colombia, sostenida por numerosos observadores y hasta por Chávez y Correa, ha demostrado toda su miopía. Ninguna capacidad militar está por encima de las condiciones sociales y políticas sobre las que debe operar. La derecha colombiana no solamente logró, con la ayuda yanqui, superar militarmente a las Farc, sino que la superó por sobre todo políticamente, como lo prueban sus victorias electorales. Los foquistas están convencidos de que el ‘poder nace del fusil'; no es así: nace de la conciencia, organización y decisión de las masas.
La situación política en América Latina sufre un giro: gana la autoridad política de la derecha, que ahora va a cobrar un mayor ímpetu allí donde está en conflicto con gobiernos nacionalistas; como mínimo es una presión de derecha sobre ellos. Esto es así aunque agudice la pelea de camarillas entre Uribe y los Santos (el vicepresidente y el ministro de Defensa). Simultáneamente, sin embargo, los Bush y la derecha norteamericana están en franco retroceso y la crisis mundial, por otro lado, está sacando a la calle a los trabajadores de todo el mundo. La tendencia de fondo será decidida en el amplio escenario de la crisis del capital, de la lucha de clases y de la capacidad del proletariado.
Lo que filtraron las primeras noticias describe una situación curiosa: la operación se produjo cuando un alto comando de las Farc se desplazaba con un nutrido grupo de secuestrados, incluida Betancourt. El gobierno de Colombia dice que su éxito obedece a que había logrado infiltrarse en la cúpula de la guerrilla; otras informaciones suponen que las Farc se aprestaban a producir una segunda liberación de rehenes cuando fueron sorprendidas por la fuerza armada de Colombia. La sospecha de una infiltración es admisible dados los antecedentes que acabaron con la prisión o la muerte de diversos jefes de las Farc. Pero la segunda hipótesis también es admisible: por un lado, hace ya dos semanas que emisarios de Suiza y Francia se encontraban en la selva negociando una liberación con las Farc, con la plena autorización de Uribe. Por otro lado, hace un par de semanas Chávez había llamado a las Farc a poco menos que disolverse, además de decretar la muerte de las guerrillas por los tiempos de los tiempos. Curioso planteo de parte de quien adoptó para las fuerzas armadas de Venezuela la doctrina de una resistencia guerrillera en el caso de una agresión norteamericana. Es una contradicción que prueba la inconsistencia bolivariana.
¿Estamos, acaso, ante una liberación combinada con las Farc, impulsada por Sarkozy y Chávez, ante la imposibilidad de otra vía para concretarla? Habrá que esperar una mayor información sobre lo ocurrido. De cualquier manera, la hipótesis encuentra asidero en las posiciones que fueron adoptando en los últimos meses, en especial luego de los acuerdos en la OEA posteriores a la masacre perpetrada por Colombia en Ecuador. Chávez y Uribe volvieron a intercambiar cumplidos e incluso hay prevista una visita del venezolano a Bogotá para mediados de julio. La liberación de Betancourt zanjaría, en favor de una salida política, la división entre ‘políticos' y ‘militaristas' en las Farc. Es incuestionable que las Farc estaban recibiendo golpes militares demoledores, pero por sobre todo políticos, no solamente por parte de Uribe sino también de sus aliados. La decisión de Bush de reactivar la IV Flota para patrullar los mares de América Latina y operar en sus ríos (como ya ocurre en Perú) es una consecuencia del progreso del ‘plan Colombia' que financia y arma a las fuerzas armadas de Colombia.
La tesis de que no es viable una solución militar en Colombia, sostenida por numerosos observadores y hasta por Chávez y Correa, ha demostrado toda su miopía. Ninguna capacidad militar está por encima de las condiciones sociales y políticas sobre las que debe operar. La derecha colombiana no solamente logró, con la ayuda yanqui, superar militarmente a las Farc, sino que la superó por sobre todo políticamente, como lo prueban sus victorias electorales. Los foquistas están convencidos de que el ‘poder nace del fusil'; no es así: nace de la conciencia, organización y decisión de las masas.
La situación política en América Latina sufre un giro: gana la autoridad política de la derecha, que ahora va a cobrar un mayor ímpetu allí donde está en conflicto con gobiernos nacionalistas; como mínimo es una presión de derecha sobre ellos. Esto es así aunque agudice la pelea de camarillas entre Uribe y los Santos (el vicepresidente y el ministro de Defensa). Simultáneamente, sin embargo, los Bush y la derecha norteamericana están en franco retroceso y la crisis mundial, por otro lado, está sacando a la calle a los trabajadores de todo el mundo. La tendencia de fondo será decidida en el amplio escenario de la crisis del capital, de la lucha de clases y de la capacidad del proletariado.
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